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domingo, 29 de marzo de 2009

EL FACEBOOK DE LOS COJONES!, Capítulo 5. Carlos Andino

En esa época yo tenía diecisiete, cursaba quinto de secundaria, y por suerte tenía un grupo fabuloso de amigas que hacían la vida maravillosa en medio de la tragedia.

Éramos cinco, todas moishes menos yo, que era, y soy, mezcla. Aclaro para los que no conocen la terminología, todas judías y yo de abuelos mezclados, por tanto, atea. Ellas también eran ateas, pero de abuelos judíos. Lo que quería decir que podían faltar los días de fiesta judía al colegio, y como mi apellido paterno era judío, aprovechaba y faltaba yo también. Esos días eran geniales porque nos dedicábamos a escribir un diario íntimo conjunto y reflexionar sobre el futuro, la vida y los hombres.
Roxy era tierna y le gustaban los niños, quería ser maestra jardinera o algo así, La Chista ya estudiaba en una escuela de artes plásticas, Gachy era un gran misterio, era la más moishe de todas y no era tan buena alumna. De hecho fue la única que se llevó alguna materia, pero en cuanto surgió la onda de empezar a prepararse para la facultad, vino un día y dijo que iba a estudiar medicina. Era super ridículo, jamás le había interesado el tema y lo decía como si toda la vida nos hubiera hablado de esqueletos y enfermedades. Y se hizo la seria, la buena alumna, puso cara de estudiante de medicina asumida de toda la vida, y se puso con la química a prepararse para el ingreso. Luego estaba Laura, que de chiquita ya sabía que quería ser Psicóloga, y como yo, adoraba el teatro. Y, a mí, me gustaba todo lo del cuerpo, el teatro, y algo asi como la filosofía, la psicología, la sociología, no sabía bien qué.

Y una tarde, mientras mezclábamos vocaciones con novios, e imaginábamos cómo sería nuestro futuro marido cuando fuéramos grandes, se presenta Gachy con una foto de un tipo que dice que está perdidamente enamorado de ella!. Plam. Así, directo.

Gachy era linda de cara, tenía ojos verdes y pelo castaño con rizos, una cintura envidiable y el resto no era gran cosa, pero en esas épocas una sólo miraba lo que no tenía. El tipo de la foto tenía barba, lo que ya era raro para nuestra edad, y según contaba Gachy estaba enamorado de ella y le escribía cosas y le mandaba regalitos y no sé cuánto más. Y Gachy, parece que no le daba mucha bola.
Yo recuerdo haber quedado super shokeada ese día.

El tipo de la foto me había encantado, encima un hombre que te escribe cosas y se re enamora y te insiste y te busca y … no entendía como la tarada de Gachy no corría a su encuentro. Yo hasta el momento había tenido tres novios importantes, o sea, había cogido con tres tipos, uno más o menos salvaje que otro pero todos de mi edad, máximo un año más. O sea, pibitos de diecisiete, o dieciocho. Pero éste era como un señor. En realidad, visto de fuera no era ningún señor, tenía veinticinco, pero para mí era gigante.

El tipo, empecemos por lo primero: vivía solo. Esto era casi como entrar en el mundo de las fantasías, un departamento solo para uno, como quieras, con tus cosas. Yo tenía diecisiete años y mi único espacio había sido una habitación minúscula separada por una pared del cuarto de mi vieja y su marido.
Todo un departamento, con él, enamoradizo. Un sueño.

Pero resulta que yo del tipo en realidad no sabía nada, pero nada de nada. Sólo había visto una foto y sabía que estaba enamorado de mi amiga, de la tarada que iba a estudiar medicina porque resulta que los viejos eran farmacéuticos y era el sueño de ellos la hija médica. Pero si eso nunca lo había ni contado! Y nos venía de pronto a presentar la foto de un admirador al que no le iba a dar bola.
Era de una injusticia horrible.

De todas maneras yo tenía novio y mi vida iba bien. Bueno, todo lo bien que puede ir la vida en un país en dictadura y con la guerra de las Malvinas iniciándose con todos los pibes en medio de una guerra absurda, como todas las guerras, pero en esta morían casi todos congelándose los pies porque no tenían zapatos o enloquecían hablando con las ratas en las trincheras, por pánico a salir...
Fuera de eso, todo iba bien, yo me refugiaba en el teatro y en el sexo.
La escuela por suerte, al ser un colegio de rioba, era más o menos fácil y ser buena alumna sólo requería una mínima dedicación.

Entonces llega el verano, y la onda era ir al albergue de la juventud que quedaba cerca de Pinamar. Y yo luego, me iría de vacaciones con mi novio. Él, mi novio, hacía el servicio militar,y por suerte, apostado en la ciudad, hacía guardias fáciles sin arriesgar su vida. Mientras tanto, estudiaba medicina, y este sí, fan del tema se apasionaba con células y cadáveres. Él era de buena familia, de clase media, digamos que era lo que se podía entender como un buen partido. Y si hago memoria casi el único buen partido que tuve porque luego se me aparecieron siempre personajes que venían de catástrofes más o menos irreparables. Lo paradójico es que Faby terminó bastante del bonete y la carrera se lo comió a él, parece ser que la psiquiatría lo devoró, y que la medicina muchos años más tarde se le volvió veneno.

Pero yo aún tenía diecisiete, y viajaba a vacacionar a la costa, al famoso albergue de ostende, cerca de Pinamar, con mi hermana y mis amigas. La cosa es que en ese albergue de Pinamar, particularmente divertido, estaba, entre miles de personajes, Carlos Andino, el tipo de la foto.

Él, deleitaba a las minas con sus canciones y su guitarra y decía que era actor, músico y poeta. A mi me daba bastante igual. Me gustaba su voz, su cara, y punto.

Pero era el de la foto, y yo sabía que era capaz de enamorarse hasta morir, y eso era lo que me enloquecía. Yo lo seguía, lo miraba de lejos, me intrigaba. No había conocido hasta entonces alguien capaz de entregar su amor sin miedos, y no sólo sin miedos, sino con coraje, con arte, con soltura, con pasión, con experiencia de años. Repito, para mí veinticinco años era una eternidad y él la demostraba con su sonrisa tierna y confiada.

Recuerdo poco y nada, pero sí que una noche nos fuimos todos los del albergue a Gessell, la noche entera, volvimos a las ocho de la mañana y Carlos Andino siempre cantaba y a mi no me seducía especialmente que cantara sino saber que era capaz de amar a lo loco. Y me moría de la intriga, y de las ganas de que sea conmigo.

Al volver de las vacaciones terminé con mi novio y me entregué a Andino, no recuerdo los pasos, pero se vé que habría hecho lo necesario para atrapar a Andino en algunas de esas redes que yo movía sin saber, pero que siempre funcionaban. Y ahí estaba, con el tipo de la foto declarándome su amor. Y yo, muerta por él.

Una de las pocas escenas que recuerdo con Carlos Andino por la calle, es en una marcha en que me llenaron los ojos de gases lacrimógenos, lo que era casi normal, y yo empezaba a acostumbrarme. Ahí lo encontré, me abrazó, y a los pocos días me regaló un libro de Neruda, o de Benedetti, con un poema suyo de dedicatoria donde relataba la situación de forma romanticona. Ese poema me había gustado y lamentaría haber perdido ese librito en mis infinitas mudanzas.

Es que lo que nunca supo Carlos Andino y lo digo por lo bajo porque es políticamente incorrectísimo, es que la poesía melosa y romanticona nunca me gustó, ni siquiera entonces, pero daba igual, él la iba de gran poeta y yo no lo quería por eso.
Yo lo quería por mil otros motivos.

A veces me venía a buscar a la escuela pero nos encontrábamos en una esquina alejada. Efectivamente vivía solo en un departamento fantástico, decorado a su manera, con las fotos de sus ex en la cabecera de la cama, y de su hija. El tipo era tan grande que encima tenía una hija como de cuatro años o algo así.

Andino era una miel. Me acuerdo pocas escenas pero si su gusto y su olor. Todo era suave como su boca, todo era meloso, de miel caliente. Encima cuando yo iba a su casa me trataba como una reina. El tipo, claro, sabía cocinar, me preparaba algo, me invitaba, me ofrecía, tenía siempre de todo, luego hacíamos el amor durante larguísimos ratos, me recuerdo encima de él, con mis pelos largos, el ambiente cálido lleno de estufas eléctricas, todo dulce, tierno, eterno.

Con Andino fuimos novios unos meses, ni sé. Él, recuerda más que yo.

Recuerda a mi madre avisándome que no me olvide del diafragma.

Y no sé cómo me cae ese recuerdo.

Es verdad,
¿ "cuántas minas quisieran tener una vieja piola como la mía que a los quince me llevó a la ginecóloga" ? .

Pero yo lo que no recuerdo es que cuando me iba a pasar el fin de semana a la casa de Andino ella me gritara:
- Gaby, no te olvides el diafragma!

Y es que no lo recuerdo, pero me lo puedo imaginar perfectamente, porque mi vieja fue siempre fué medio bestia. Pero no sé cómo me siento, no sé cómo me cae este recuerdo caído del cielo.

-Qué bestia la tipa, una cosa es ser una madre piola y otra gritármelo, y encima delante de él!

Y yo no sé si no lo recuerdo porque era muy heavy, o simplemente porque era de lo más natural.

Y eso es lo fuerte, que me parece que era como natural.

O capaz que lo hacía a propósito, porque mi vieja nunca se lo bancó a Andino, y yo nunca supe porqué, y me parece que era porque era medio bohemio, ó porque era grande. Si, debía ser por eso, porque el tipo laburaba como ocho horas al día de empleado de la cooperativa del hogar obrero, y además, se dedicaba a la música. En fin. Me parece que no le copaba que fuera grande.

Pero ella siempre usó una estrategia cuando no le gustaban mis novios, que era no decir nada, porque sabía que si decía era mucho peor, y encima la boluda la estrategia me la contaba por las dudas. Primero, para que yo lo sepa y segundo, porque nunca se supo callar nada, ni aunque hubiera decidido mantenerlo en secreto.

Total, que en medio de la dictadura, las marchas peligrosas con gases lacrimógenos, la guerra de las Malvinas, con los chicos de mi edad muriendo porque no tenían borceguíes, o porque en su vida habían visto un arma, y los del bando supuestamente enemigo mercenarios armados hasta los dientes. En fin, en medio de toda esa mierda, las noches porteñas seguían llenas de gente en la calle, pero si eras menor, después de las doce, si te pedían documentos, te podían llevar a la comisaría. Y a cuánta gente conocimos que los fueron a buscar los padres porque sino te quedabas toda la noche ahí. Eso era normal en pleno país con campos de concentración y desaparecidos por doquier.

Mi hermana, mi vieja y yo, teníamos pánico de los policías, y el sólo hecho de imaginar que nos pidieran documentos ya nos hacía temblar del susto. Y por milagro, nunca nos pasó ni eso.
Por re milagro!

Y ante tanto terror, la casita del country club que mi vieja tenía con su marido, la vivía como una suerte de refugio. Como si ahí nunca le fuera a pasar nada. Encima ese country, como todos, era re concheto (pijo) y para peor, había sido de gente derechosa y catolicucha y habían decidido abrirlo a otra gente porque las casas no se vendían. Por tanto, ahí no la iba a descubrir ni el loro. Esa era su fantasía.

Pero el sitio era tan horroroso, no la geografía, sino la gente, que mi hermana y yo luchábamos por no ir. Y después de arduas negociaciones con una abogada peleadora de alma, logramos cerrar el trato: un fin de semana si, y el otro, no.

Eso quería decir que yo estaba obligada a ir al puto country una vez cada quince días. Pero la otra vez, era absolutamente libre!

Y así fue como pasé largos fines de semana en la casa de Andino, disfrutando con él de la vida adulta, dulce, melosa, musical y relajada. Lo más maravilloso de la relación es que allí también habíamos creado una suerte de búnker. Estar juntos lo recuerdo como estar serenos, calentitos, sonrientes. Super tranquilos.

Luego, como todo, el noviazgo llegó a su fin, pero eso daba igual, porque seguimos manteniendo lo relajado, caliente, meloso, sensual, sexual y sereno, muchos años más. La relación trasmutó a amantes. En definitiva siguió muy parecida sólo que cada uno tenía sus novios o novias, pero nosotros seguíamos igual. Eso duró tantísimos años que ni puedo contar cuántos, y ni sé ni cómo ni cuándo acabó.

Cambiamos de piso, de parejas, y los long play seguían girando, con Gal Costa susurrando mientras tardábamos segundos en desvestirnos, e iniciar el ritual de entrar en los cuerpos calientes , melosos, sensuales, oscuros, tiernos, suaves, y dejar que pasen las horas mientras el país chillaba y nosotros conseguíamos serenarnos en el cuerpo del otro.

2 comentarios:

Lanusa dijo...

Buenìsimo !,un espacio para leer. Las madres intentamos callar,pero se nos escapa. En cualquier momento te publico, es mas te envio algo con un amigo editor, se va el 28 de abril a Madrid, y desde alli a trabajar una semana a Barcelona. El te llamarà y entre ustedes se arreglan.

Unknown dijo...

Es como contar la arena de la playa ,dentro de tu mano....me fui hasta lo mas profundo con tu Carlos Andino...