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lunes, 14 de enero de 2008

EL VIAJE 3. Un fenómeno Nafertiti.

Ahora, lo alucinante fue la escena con, como decidí llamarla, Nafertiti.

El nombre no encajaba con el contexto, pero el nombre real, que después averigüé, en realidad, tampoco. Asi que le quedó, Nafertiti.

Nos dejó lisitos lisitos, sedados, colorados, sí , y también medio tarados, Nafertiti.

Entramos en un lugar que ni chicha ni limonada, o sea que el sitio no decía nada, era como una peluquería chiquita con una puerta de vidrio opaca, que en su momento no abrí.

Nafertiti nos hablaba medio en francés, medio en señas y nos dice que nos desvistamos señalándonos dónde hacerlo. Con Jordi miramos dudosos, y vuelvo con ella para tratar de aclarar si había que sacarse todo. Parece que no. Con calzones ya valía. Al venir a buscarnos, y otra vez con señas, me dice que me saque la bombacha y tratamos de preguntarle si valía la pena que Jordi se ponga su bañador pero nos miró casi con desprecio, o mejor con un – casi que no- .

Entramos a un especie de baño grande con bancos de mármol caliente y piletas decoradas con canillas con cara de león que escupían agua a lo bestia. Nafertiti nos ordenó sentarnos en unas alfombritas de goma turquesas, de esas que se usan para que los viejos no se resbalen en las bañeras. Horrible. Y ahí mismo empezó la onda Hammam que aparentemente consistía en que, lisa y llanamente, nos cagué a baldazos. Por suerte el agua estaba caliente, después tibia, temía que al tercer baldazo toque la fría y cuando menos te lo esperás, va!, la helada! , que te deja petrificada, pero eso si, dicen que hace re bien! Pues, la hora entera con Nafertiti fue surrealista. Una mezcla de placer masoquista con menaje a troi oficial.

Primero me baldeó a mi, luego a Jordi, que con sus calzones que pasaban de blancos a transparentes estaba…que no veas!

Después de tantas cenas gratis nos habíamos vuelto gordos, lordósicos, pero por suerte aún seguíamos siendo algo esbeltos. Nafertiti seguía seria, sin gesto, como una geisha concentrada con el otro cliente apurando desde afuera.

Después de los baldazos, vino algo alucinante, me entró a enjabonar toda, tetas, incluidas, con Jordi al lado. Todo, como si nada.

Todavía me duelen como melones a punto de reventar. Ya las tenía duras, pinchudas, porque tocaba la fecha, pero no pensé que a Nafertiti le diera lo mismo una teta que un brazo! Pues parece que sí, porque después de enjabonar a Jordi, va y le dice que se siente en otro lado y a mí me ordena que me acueste. Cada vez con más señas porque el chorro del cara de león era fortísimo.

Ahí fue cuando descubrí que el peelíng, (acentuado al final como francés hablando inglés) era una tortura peor que la depilación. Un erizo usado como esponja y vos ahí abajo!. La primera pierna , horrible, y la segunda, bueno, ya te aguantás. Boca arriba, abajo, el erizo o puerco espín, solo se amenizaba con una mano normal que pasaba de vez en cuando. Y dale con el baldazo otra vez! Cada vez más caliente. Por regla de tres, para el congelado no faltaría mucho. Ahí me quedé como momia egipcia cuando a Jordi le tocaba pasar a los pinchos.

Nafertiti seguía seria metiendo sus manos por dentro del calzón del Jordi y ahí justo abrí los ojos suplicando que no se le pare. Te imaginás que papelón! Empecé a mirar a Nafertiti y no se le notaba ni la bombacha, a pesar de llevar pantalón y musculosa blanca, bastante no, re-mojados. Tenía los brazos medio fofos, y ahí comparé, no vaya a ser cosa que mi gordura haya invadido mis extremidades! Y descubrí que los míos , además de más negros , eran más flacos.
La tortura pinchuda continuó cuando Nafertiti se apareció con un banquito blanco con cinco ruedas y me obligó a sentarme ahí, destruyendo las células de mi cuero cabelludo. Que si llegaba a tener caspa, la furia de Nafertiti la fusilaba. Pero ella no expresaba ni rabia, ni ternura, ni odio, ni amor. Ella era neutra, máscara neutra, digamos. No sabe no contesta, diría en una encuesta.
Me entregó entonces una esponja con forma de rosa color crema, esas esponjas raras que no absorben, que seguro inventaron los franceses que aman las esponjas que no son esponjas.
Y me la pasó por mi cuerpo y luego me la dejó para que yo siga, y sólo ahí esbozó un semi sonrisa Nafertiti, mientras torturaba la cabeza del Jordi.

Mirándolo bien, el Jordi sí que tenía pelo, bastante, pero no tanto como el andaluz de granada, ni mucho menos como el Chino.
El Chino es uno de esos argentinos con orígen español que de solo mirarlo ya te da calor.Es que el Chino era directamente un mono, un hombre alfombra, un neandertal que te empujaba hacia los lampiños sin dudarlo.

O sea, que después de haber siquiera conocido de lejos esos especímenes argentinos en que los pelos se les escapan de las mangas y del cuello, deslizándose por cualquier superficie con piel…Después de eso, me declaré partidaria de los lampiños.

Pero el representante máximo de los lampiños, el más bello, rubio, un elfo…Resulta que se llamaba, y lo juro, lo perjuro, aunque no pueda, no deba, no crea, te prometo que se llamaba Pablito Cabello. Con bucles largos, rubios, que absorbían con encanto la crema desenredante brotando de mis propias manos…

Pero Jordi, más real, más cercano, estaba debatiéndose entre los monos y los elfos. En realidad , ni uno , ni el otro, hay que decirlo. Él tenía su elegancia natural, aún con el calzón bajado hasta la raya del culo por Nafertiti que seguía lanzando cubos calientes, tibios, más calientes, y ya está.

Quedamos como dos momias despellejadas.

Él hablaba, o lo intentaba, pero el chorro era tan fuerte, que su acento sonaba incomprensible como la primera lección de catalán "nivel A" , donde crees que entendiste un portugués con acento japonés, y aparecen vocales gruesas, bañadas en consonantes que sonaban a …Soroll ....( que significa ruido , en catalán) . Pero, él , trataba nomás de decir que la piel esa negra, caída, era el resultado del trabajo de la chica. Pero así como no podía oír por el chorro, tampoco podía ver bien porque a estos sitios no se entra con gafas, no? Sólo veía cubos azules y azulejos verdes, poco más.

Y a Nafertiti, claro.
Al salir le digo al Jordi: -Sabés cómo se llama la chica?- Cara de interrogante y lanza…-
- Cómo? .
- Nafertiti, le digo.
- Nasfertiti, será, dice él.
- No, Nafertiti, tal cual, - le aseguro.

Me miró, dudó y me dijo:

- Vos te inventás cada cosa, eso quién te lo va a creer?

Resulta que en un momento de intimidad, ella, atándome las zapatillas, me confesó que se llamaba Hanuman, y yo, que era Argentina, mientras esperábamos a que él traiga el dinero del segundo piso y que ella, con una sonrisa termine lentamente de vestirme

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